Da un paso gigante, científicos del detector 'Ice Cube' consiguen un gran avance en astronomía al observar el núcleo activo de una galaxia lejana gracias a los neutrinos que emite...
Hasta hace pocos años, la única forma de obtener información sobre el Universo y los objetos que contiene era (y sigue siendo en gran medida) analizar con detalle sus emisiones electromagnéticas, es decir, su luz, en un amplio espectro de longitudes de onda que van desde los rayos X a los rayos gamma, pasando por la luz visible, el infrarrojo, el ultravioleta y las ondas de radio. Pero, además de la luz, los astrónomos están descubriendo nuevos y poderosos 'mensajeros', capaces de transportar hasta nosotros valiosa información sobre el Cosmos. Información que hasta ahora nos era inaccesible. En 2017, por ejemplo, se consiguió detectar por primera vez ondas gravitacionales, las sutiles deformaciones del propio tejido del espacio tiempo causadas, entre otras cosas, por violentos acontecimientos como la colisión de dos agujeros negros. Las ondas gravitacionales transportan un tipo de información que no es posible recabar de las ondas electromagnéticas, de la luz, por lo que su análisis revela aspectos desconocidos y novedosos sobre el funcionamiento y composición del Universo. Y luego está la llamada 'astronomía de neutrinos', que permite estudiar objetos y fenómenos astronómicos por medio de los neutrinos que emiten. Y es en este campo, precisamente, en el que se acaba de hacer un espectacular avance, recogido esta misma semana por la revista 'Science'. Juntas, las nuevas técnicas de observación y detección conforman un nuevo tipo de astronomía, llamada 'de mensajeros múltiples', que promete nuevos y espectaculares hallazgos fuera del alcance de las técnicas tradicionales. Pero detectar neutrinos para 'interrogarlos' sobre su procedencia no es una tarea sencilla. Prácticamente sin masa, los neutrinos apenas interaccionan con el resto de la materia, y son capaces de atravesar de punta a punta planetas enteros como si no estuvieran allí, sin chocar en su viaje con ninguna otra partícula y, por lo tanto, sin posibilidad de ser detectados. Billones de neutrinos procedentes del Sol atraviesan cada centímetro de nuestro cuerpo (y del resto de la Tierra) a cada segundo que pasa sin que ni siquiera nos demos cuenta de ello. Y, por supuesto, también nos llegan neutrinos procedentes de mucho más lejos, de estrellas y galaxias lejanas. Leer el articulo completo, clic! enlace: ABC.es / Ciencia |