Cómo nos podrían ayudar a respirar en el espacio, el avance podría conducir a una nueva generación de sistemas de soporte vital para las naves espaciales de próxima generación y ayudar en el largo camino a Marte...
La humanidad quiere quedarse a 'vivir' en la Luna y pisar Marte en la próxima década. O, al menos, esa es la idea. Sin embargo, aún quedan muchos asuntos técnicos que resolver. ¿Cómo planificar un viaje de más de cien millones de kilómetros (solo ida), con una duración de por lo menos un año, en la que la tripulación debería ser autónoma para, desde poder atender urgencias médicas, a generar sus propios recursos, incluida la comida o el aire que respira? Con el espacio convirtiéndose en el nuevo 'lejano oeste' a colonizar, cada vez más mentes, empresas y recursos se están empleando en solucionar estos problemas que no hace mucho eran ciencia ficción. Ahora, un equipo liderado por el granadino Álvaro Romero-Calvo, actualmente profesor asistente en la Escuela Guggenheim de Ingeniería Aeroespacial de Georgia Tech, propone una idea relativamente simple, pero poco explotada: usar imanes para separar los diferentes compuestos de los líquidos; por ejemplo, convertir el agua en hidrógeno -que podría utilizarse para impulsar la nave- y en oxígeno -que sirviera para respirar a los astronautas-. La lógica nos lleva a pensar en portar para la aventura bombonas de oxígeno, como se hace en la Tierra. Pero también la lógica, en este caso del viaje, acaba con la idea: acarrear todos los recursos de un viaje tan largo es costoso e incluso inviable, porque ocupa sitio y peso en la nave, que tendría que ser más grande y, por ende, utilizar más combustible (entre otros problemas más). Por ejemplo, en la Estación Espacial Internacional (ISS, por sus siglas en inglés), ya no se envían tanques de aire, sino que el oxígeno del que dependen los astronautas para el soporte vital primario se crea a través de un proceso llamado electrólisis: en este caso, la electricidad es la herramienta con la que se divide el agua en hidrógeno y oxígeno. Además, es necesario sacar los gases que se generan del sistema, una tarea bastante complicada en el espacio. «Para entenderlo, imagina una lata de refresco: en la Tierra, debido a que el líquido es más denso que el gas, las burbujas de refresco se separan y flotan en la parte superior de la bebida cuando se someten a la gravedad del planeta -explica Romero-Calvo-. En la ISS, donde la microgravedad crea una caída libre continua y elimina el efecto de flotabilidad, las sustancias del interior se vuelven más difíciles de separar y estas burbujas quedan suspendidas en el aire». Con una especie de gran 'centrifugadora', la ISS separaría esas 'burbujas' del resto (o el hidrógeno y el oxígeno que componen el agua). Pero esto puede crear vibraciones en la estación que podrían interferir en los experimentos a bordo. Leer el articulo completo, clic! en el enlace: ABC.es / Ciencia |