Hace en 36 microsegundos lo que el mejor superordenador en 9.000 años, el sistema bautizado como 'Borealis', esta diseñado para una solo tarea, pero da un nuevo paso hacia los ordenadores cuánticos...
La principal promesa de los ordenadores cuánticos es que podrán realizar en tan solo segundos cálculos que al mejor superordenador del mundo le costarían años, siglos e incluso milenios. Y, aunque aún estamos lejos de conseguir un ordenador cuántico 'multifunción', ya existen equipos cuánticos que pueden realizar tareas muy específicas mucho mejor que las computadoras clásicas. Ahora, un equipo canadiense capitaneado por Jonathan Lavoie ha conseguido crear un procesador fotónico cuántico, llamado Borealis, capaz de resolver en 36 microsegundos un problema que al ordenador más avanzado le llevaría más de 9.000 años completar. Las conclusiones acaban de publicarse en un estudio en 'Nature'. Se trata de un nuevo caso de 'ventaja cuántica' (también llamada 'supremacía cuántica'): la demostración práctica de que la computación cuántica puede superar ampliamente el desempeño de la computación clásica, que resulta totalmente ineficaz en tareas como la factorización -lo que podría poner en jaque toda la base de la ciberseguridad actual- o la química cuántica -con la que se podrán simular moléculas y elaborar, entre otras cosas, fármacos más eficaces-. Los sistemas más utilizados en computación cuántica están basados en cúbits superconductores (utilizados en los procesadores de Google, primero en proclamar el hito, no sin controversia) y en circuitos ópticos de muestreo de bosones, que emplean una extraña propiedad cuántica de las partículas de luz (fotones), que viajan aleatoriamente en diferentes direcciones dentro de un circuito. Este último es el sistema elegido por el equipo de Lavoie, quien ha bautizado su procesador fotónico cuántico con el nombre de Borealis. Este circuito es, simplificando casi hasta el extremo, como una máquina de Galton: imaginemos un tablero vertical con varias filas de clavos. Desde arriba, caen bolas que rebotan sobre los clavos, llevando a las pelotas hacia un camino u otro de forma aleatoria hasta alcanzar la parte inferior del tablero. En el muestreo de bosones, las bolas serían los fotones (que son un tipo de bosón) y, los clavos, dispositivos ópticos o espejos, que hacen que la luz se propague en diferentes direcciones. Sin embargo, las 'pelotas' de luz cuántica no se comportan igual que las bolas físicas: los fotones poseen una extraña propiedad que se muestra cuando viajan a través de un divisor de haz (un espejo de los anteriores), que divide un solo rayo en dos que se propagan en diferentes direcciones. De forma paralela, si dos fotones idénticos golpean el espejo exactamente al mismo tiempo, no se separan entre sí y viajan en la misma dirección. Es decir, como si esas bolas físicas pudieran, en cada encuentro con un espejo, multiplicarse en dos o, en caso de llegar al mismo a la vez, convertirse en una sola. Leer el articulo completo, clic! en el enlace: ABC.es / Ciencia |