ESPACIO | Misión de la NASA
El impacto de una misión 'kamikaze' en la Luna... Ver la imagen en movimiento
La gran mayoría de satélites, al terminar su actividad, se pierden en la inmensidad del universo. Las naves gemelas GRAIL (siglas en inglés de Laboratorio Interior y de Recuperación de Gravedad), que analizaron el campo gravitatorio de la Luna para desentrañar los secretos de su estructura interior, en cambio, no siguieron esa dinámica. El pasado 17 de diciembre se estrellaron contra la superficie de la Luna.
No fue un error ni un accidente inesperado. La misión de la NASA buscaba con este impacto intencionado levantar una nube de polvo y gas que, aunque imperceptible a 380.000 kilómetros de la tierra, permitiera descubrir más sobre la composición de la superficie de nuestro satélite. La sonda LRO, que orbita también alrededor de la Luna, gracias a LAMP, un espectómetro que realiza imágenes en alta definición, observó su caída y analizó las partículas que de ella surgieron.
Las pruebas recogidas se correspondieron con las ya analizadas en anteriores misiones. "LCROSS [el anterior módulo de LRO que impactó sobre la Luna] observó grandes cantidades de mercurio, pero el impactó se produjo en un cráter que no había visto la luz del sol en mil años y por lo tanto, estaba extremadamente frío", afirma el científico John Keller, responsable del proyecto LRO.
El mercurio, muy volátil y de fácil evaporación, se acumula en temperaturas frías, y su descubrimiento en la región no fue una sorpresa. Sí lo fue, sin embargo, encontrar partículas de este elemento químico en zonas donde llega la luz del sol, donde impactaron las naves GRAIL. Pero el verdadero descubrimiento va más allá. "La cuestión no es exactamente el descubrimiento de mercurio donde impactó GRAIL, sino el hecho de que se encontrara en una superficie completamente expuesta al ambiente espacial, al impacto de meteoritos microscópicos, radiación y calor del Sol", añade Keller.
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