La última película de Besson recurre al mito de que sólo utilizamos el 10% del cerebro. La neurociencia lo desmiente
Unos cien mil millones de neuronas, con unas tres mil conexiones por célula suponen 100 billones de sinapsis en nuestro cerebro. Un número superior al de estrellas en la galaxia, como explica el profesor Samuel Norman, que interpreta el oscarizado Morgan Freeman. Uno de los pocos datos científicos que ofrece «Lucy». El resto son licencias cinematográficas que hacen que los 90 minutos que dura pasen volando, como algunos de sus personajes. La película arrasa en las taquillas y está ya entre las que más beneficios han dejado a Besson.
La protagonista, interpretada por scarlett Johansson, se ve envuelta en una trama de narcotráfico. Utilizada para sacar de Taiwán una nueva droga, que lleva en su estómago, adquieren unos "superpoderes" excepcionales, cuando la bolsa que contiene la sustancia se rompe y pasa a la sangre de la protagonista. A partir de ahí Lucy se sube literalmente por las paredes y cree estar "colonizando" su propio cerebro, una frase que Besson explica así: "Supongamos que alguien consigue tener acceso al 30% de su mente, podrá acceder al 40% y así sucesivamente. Es como un efecto dominó. En cierto modo, Lucy coloniza su propio cerebro y no puede parar".
Este argumento maquinado durante una década por Besson, no sólo ha acaparado la atención de los espectadores, atraídos por «los superpoderes del cerebro», sino también de la prestigiosa revista«Nature Neuroscience», que le dedica un editorial. «Lucy se basa en la premisa de que habitualmente solo utilizamos el 10% del cerebro y que, si de alguna manera se pudiera aprovechar el 90% restante, se desbloquearían poderes sobrehumanos», resalta. Poderes que en este caso incluyen el dominio de la fuerza de gravedad o la capacidad de estar en todas partes.
Ver el articulo completo en: ABC.es / Ciencia
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