Darwin revive en el 'fin del mundo'
En el fin del mundo hace un frío de mil demonios. Aunque ahora es verano en el hemisferio sur, estamos a tan sólo 1.000 kilómetros de la Antártida y se nota. Cuando zarpamos de Puerto Williams (Chile), la ciudad más austral del planeta, estamos a unos 7º, como un día de invierno en Madrid. Pero en cuanto empezamos a navegar por el mítico Canal Beagle, bautizado así en honor al barco con el que Charles Darwin hizo esta misma travesía hace casi dos siglos, en 1832, un viento helador rebaja la sensación térmica de manera brutal. Tal y como me recomendaron mis anfitriones chilenos, estoy cubierto con cuatro capas (incluyendo camiseta termal, forro polar y anorak cortavientos, además de gorro, bufanda y guantes) para protegerme del clima extremo en Cabo de Hornos. Pero aun así estoy tiritando.
«Si tú tienes frío, imagínate lo que soportaban los yaganes, el pueblo indígena que vivía aquí cuando Darwin exploró estas tierras. ¡Iban desnudos todo el año!», me dice el antropólogo Maurice Van de Maele. Me quedo tan estupefacto con su comentario, que al ver mi cara de asombro, el experto en esta cultura ancestral me explica el secreto de su resistencia: «La clave es que se cubrían todo el cuerpo con grasa de leones marinos y ballenas, que actuaba como una capa aislante contra el frío».
Van de Maele es uno de los científicos chilenos que participa en una expedición por las aguas en las que navegó Darwin a bordo del Beagle en el Cabo de Hornos. El objetivo es presentar un proyecto pionero para convertir el mismo territorio fragmentado de penínsulas e islotes que exploró el naturalista británico en un «laboratorio natural» de investigación ecológica. ELMUNDO es el único medio español invitado a participar en este renacimiento de la aventura darwiniana.
Ver el articulo completo y vídeo en: ELMUNDO.es / Ecologia
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