El empuje de la heliosfera aprisiona al pequeño campo magnético terrestre y genera "ondas de choque" que golpean las fronteras de los campos magnéticos, misión magnetosférica de la NASA ...
Si nuestro planeta no es hoy un extenso secarral es gracias al campo magnético terrestre. Este campo es una especie de coraza transparente y elástica que tiene en la Tierra una importante función: la de amortiguar la radiación proveniente del Sol. Sin este paraguas, el planeta se habría quedado sin su atmósfera en el pasado, la radiación seguramente habría borrado la vida de la faz de la Tierra, y los océanos y lagos se habrían secado como si fueran miserables charcos. Y todo esto no es ciencia ficción: se cree que algo así fue lo que ocurrió en Marte y lo que acabó transformando a un planeta rojo cubierto por océanos y ríos en un gigantesco desierto.
Lo cierto es que este escudo magnético terrestre tiene sus propias reglas. Se origina en el interior del planeta gracias a la rotación del núcleo de hierro fundido, y tiene dos polos, que normalmente (aunque no siempre) están en el mismo sitio. Pero el campo terrestre (magnetosfera) tiene un hermano mayor mucho más poderoso. De hecho, siempre está influido por la aplastante presión del campo magnético solar (la heliosfera), una poderosa fuerza que pugna por hacer llegar sus partículas hasta la Tierra y de la que apenas tenemos constancia cuando atraviesa las defensas, en las auroras boreales, o cuando el mal tiempo solar «fríe» los satélites de comunicaciones o las centrales eléctricas.
Este jueves, un estudio presentado en la revista «Science» ha analizado con gran detalle esta silenciosa lucha entre el pequeño campo magnético terrestre y el poderoso campo magnético solar. Gracias a la misión Multiescala Magnetosférica de la NASA (MMS), los investigadores han descrito con pelos y señales un fenómeno que ya se conocía pero que no se entendía en detalle. Se trata de la reconexión, un proceso que ocurre cuando la tensión que se genera entre ambos campos llega a un máximo y se libera en forma de calor, resultando en una especie de recolocación de las fronteras entre la magnetosera y la heliosfera, y que permite que se inicie de nuevo un proceso de pugna.Leer el articulo completo, clic! en el enlace: ABC.es / Ciencia |