Podía ser una prueba de vida y se creía en abundancia, pero nuevos datos del rover Curiosity demuestran que, en realidad, la presencia de este gas en el Planeta rojo es insignificante ...
La presencia de metano en Marte ha supuesto un rompecabezas para los científicos desde que el gas fuera detectado por primera vez hace ya una década. Grandes cantidades de este hidrocarburo parecían estar liberándose a la atmósfera del planeta, un fenómeno que bien podría estar provocado por procesos geológicos pero, y esto es lo que lo hacía tan emocionante, también biológicos. Quizás nos encontrábamos ante la primera señal de la existencia de vida marciana, una vida que podría sobrevivir bajo la superficie. Sin embargo, los últimos datos del Curiosity, el rover de la NASA que recorre la superficie de Marte desde agosto de 2012, niegan la mayor.
El vehículo explorador, dotado con el instrumento más sensible para realizar las mediciones de metano, ha revelado que las cantidades existentes son prácticamente residuales. Apenas hay y, siendo tan escasas, las posibilidades de que sean producidas por un organismo microbiano que habite el subsuelo son muy reducidas. La hipótesis, tan excitante como controvertida, comienza a desplomarse como un castillo de naipes.
Durante la última década, las observaciones de columnas de gas en la atmósfera marciana fueron realizadas con telescopios desde la Tierra o desde satélites en órbita. Los científicos barajaban que el metano podía haber llegado a Marte en meteoros que impactaron contra la superficie del planeta, ser el resultado de procesos químicos no biológicos o el fruto de organismos vivos (como la mayoría del metano en la atmósfera de la Tierra, que procede de la acción de bacterias en el tracto digestivo de rumiantes como las vacas). Incluso se especuló con la posibilidad de que balsas de vida podrían encontrarse en tres lugares cerca del ecuador marciano. Ver el articulo completo en: ABC.es / Ciencia