Las visiones de los profetas o los ritos de la muerte y resurrección?
El ensayo Ciencia y creencia, editado por Turner, mantiene que la Biblia no ofrece relatos deliberadamente poéticos sino que constituía el manual disponible en la época para comprender el mundo y, por tanto, es el antecedente directo de la ciencia. Según Steve Jones, el Diluvio Universal pudo ser la manera de explicar la gigantesca inundación con la que concluyó la Edad de Hielo, y las plagas de Egipto guardan un parentesco cierto con las epidemias que han asolado el mundo desde siempre. El autor reconoce el poder cohesivo de la fe, que tiene una traducción demográfica y -por ende- genética indiscutible, así como la inclinación natural del hombre a creer en un ser superior. Sin embargo, opina que en las sociedades modernas la religión debe dejar en manos de la ciencia la tarea de alumbrar un sistema universal de valores compartidos.
ESPERANZA DE VIDA: ANTE UNA NUEVA ERA DE MATUSALÉN
Vidrios de Canterbury.
Te reunirás en paz con tus antepasados y te enterrarán muy anciano. (Génesis 15, 15)
De todos los patriarcas, Matusalén se lleva la palma en longevidad con sus 969 años. Sin embargo, la esperanza de vida en tiempos bíblicos apenas superaba los 30. Hasta hace no mucho, la pérdida de un hijo era más común que la de un padre o un abuelo en nuestros días. Desde el siglo XIX, informa Jones, la longevidad en el mundo desarrollado se ha disparado a la pasmosa velocidad de seis horas diarias. De hecho, «la existencia en el mundo moderno, por frenética que pueda parecer, es en realidad más lenta que nunca».
Sin embargo, la opulencia conlleva sus propias amenazas: la obesidad ocupa el lugar que antaño tenía la hambruna. Los hombres, por su parte, pagan los efectos de su exceso de testosterona y mueren más jóvenes que sus esposas.
El envejecimiento, al que parecía inmune Matusalén, aparece ante los ojos de la ciencia como «un efecto secundario de los mecanismos genéticos» que nos protege contra el crecimiento descontrolado de las células (cancerígenas) que deberían morir y no lo hacen. «El cáncer es la inmortalidad en estado salvaje», sentencia Steve Jones en un libro que es un catálogo de aforismos.
Aquí introduce el autor una vuelta de tuerca al consignar que, a pesar de todo, la envidiada tasa de mortalidad sueca, una vez eliminados de la estadística los efectos de las enfermedades, la inanición y la guerra, «no ha cambiado para nada desde su pasado turbulento a su presente socialdemócrata». Conclusión: los suecos rozan los límites físicos de la longevidad humana, «y los cambios sociales y el progreso médico podrían no llevarlos mucho más lejos».
La verdadera némesis es el deterioro inevitable de la maquinaria del cuerpo, que «se ha movido al mismo ritmo aun cuando nuestros enemigos externos hayan sido derrotados». Por eso la advertencia bíblica de que la muerte no puede retrasarse demasiado («El hombre, puesto que es de carne, no vivirá más que 120 años») está en lo cierto, concede Jones. Los que lamenten esa perspectiva tienen el consuelo de las palabras de Dios a Job: «Bajarás a la tumba sin achaques, como una gavilla en sazón». Ver el articulo completo en: ELMUNDO.es / Ciencia |